Luis B. Gómez L. / Lunes 4 de Agosto 2008
Estaba postrado en su cama con la aparieencia de los últimos días y la sonrisa de los primeros años de vida. Siempre había sido alegre y ahora no habría razón para sonreir. Quise conversar tantas cosas... sabía que posiblemente no habría otro momento. Aproveché! Conversamos! Quice saber más de su juventud, se lo hacía saber con mi mirada. Entendí que quería contarlo, estaba el ánimo, no tanto las fuerzas. Tosía, veía el esfuerzo para soltar las palabras, para respirar, no así para la sonrisa. Entonces no quise preguntar ni comentar más. Preferí mantenerme un rato por ahí, a su lado pensando, observándole, comunicando con la vista, imaginando...
Supe que estaba satisfecho de su vida, muy contento. Agradecí a Dios por haber tenido la oportunidad de compartirle un momento. Hoy sé que las palabras no bastan tanto. Recordé que los muchachos de Fondo Grande Ahead le habían hecho una entrevista sobre su vida en Fondo Grande, lamenté la prisa de ellos en las conversaciones.
Anoche, luego de enterarme de su fallecimiento, lo recordé en su cama tranquilo y feliz. Escuché de nuevo la grabación de la entrevista: Bueno, el consejo que le podemos dar los viejos a ustedes; los mismos consejos que nos dieron los de nosotros: miren a quien le van a dar su palabra de amor. ¡Saben! Porque por ahí hay un desplome. ¿Usted Ve? Porque mire, vea, lo hay tanto de las hembras como de los varones. A los que están solteros, miren con quien se van a ir o a juntar...
Repetí varias veces la voz sincera y segura de José Trejo. Apagué el computador y me dormí tranquilamente, gozoso de las bendiciones que Dios derramó en Fondo Grande por habernos dado la familia que José Trejo formó junto a su inseparable esposa Cuca, que recordé viva, alegre, llamada a la casa del Señor para preparar la llegada de su esposo.
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